En tren : 289 km – 3 h 0 min – azul oscuro
A pié: 8,3 km – 1 h 44 min – azul claro

 
El día no comienza bien. Llueve bastante y es día de excursión. Vamos dos del grupo, el resto compite o debe entrenar o descansar.

La experiencia nos dice que en los países nórdicos ese no es motivo para quedarse en casa dado la variabilidad del clima. En el radar pone lluvia pero detrás de ella parece despejado de momento.

Vamos hacia el sur, Skandeborg, Hordens, Vejle, Fredericia y entramos en la isla de Fionia, separada de Jutlandia y Sjaelland por dos estrechos. El pequeño Belt y el gran Belt. Antes era necesario coger ferries para cruzarlos, ahora hay puentes y túneles que los atraviesan.

Se tarda una hora y media, durante la que atravesamos la llana campiña danesa hoy oscura y lluviosa. Así debe ser la mayoría de los días del año, incluso con menos luz.

Los trenes daneses son fantásticos, con sus enchufes para cargar o conectar móviles o portátiles y wifi, y muy cómodos. Los trayectos no se hacen en absoluto pesados. Se puede subir bicicletas, con y sin reserva, pero si no tienes estás a expensas que no quepas. He visto alguna discusión con los revisores al respecto. Lo mismo ocurre si llevas reserva de asiento o no. En los trayecto hacia el Alemania, a partir de Fredericia, es mejor llevar o puedes hacer el resto del trayecto de pie.

La charla hace que el trayecto nos parezca muy corto. Odense nos recibe con fuerte lluvia y viento que amenaza con doblar nuestros paraguas.

Frente la estación hay una extraña estatua (que no nos gusta), y un parque, que resulta ser el parque real, al final del cual se encuentra el castillo y a la derecha el teatro de Odense.

Pasado el parque giramos hacia la izquierda sin tener ni idea de hacia adonde vamos. Lamentable no haber echado un vistazo a Google maps para planificar un poco la visita. Estoy perdiendo facultados o quizás sea que cada vez me importa menos saber lo que hay y prefiero descubrirlo.

Nos encontramos con unas marcas de pies, a modo de pisadas, marcados en el suelo. Descubrimos que se trata de al parecer de los paseos que hacía Hans Christian Andersen por su ciudad natal. Cuando los dos pies dejan de caminar y se juntas es que estamos frente a algún lugar importante en su vida y nos invita a parar a mirarlo.

No os voy a hablar mucho de Andersen, podéis encontrar su biografía en wikipedia, he oído que medía sobre 1.85 y que la media de la población de aquella época en Dinamarca era de 1.60 (si es cierto es sorprendente), con lo cual destacaba sobre manera y seguro que le hizo sentirse como en su cuento, “el patito feo”. Venía de una familia muy humilde, mal estudiante y fue un empedernido viajero y escritor de cuentos, operas y poemas. Me identifico plenamente con una de sus frases “viajar es vivir”.

Siguiendo pues su huellas bajo la lluvia desembocamos en la plaza del ayuntamiento, frente a la catedral de San Knud (Canuto IV).

En la iglesia nos enteramos de que que el considerado como el ultimo rey vikingo, y su hermano fueron asesinados por campesinos descontentos en la cercana iglesia de san Albano hacia donde nos dirigimos, saliéndonos de las huellas.

Por suerte, mientras estábamos en la iglesia ha dejado de llover y poco a poco el sol y la temperatura van ganado terreno

Como San Albano está en obras nos desviamos y acabamos por casualidad en el parque de HC Andersen, muy bonito, con carteles de alguno de sus cuentos en los que puedes meter la cabeza y hacerte una de esas fotos que todos criticamos pero que todos nos hacemos como recuerdo.​

Por encima de San Albano y cerca de la casa de conciertos de Odense nos encontramos con un barrio precioso de casitas bajas de diferentes colores y calles empedradas, donde está su casa.

Para mi gusto es lo más bonito de Odense. En la misma manzana se encuentra un complejo turístico, con acceso a su casa y un pequeño parque con un lago y un teatrillo con forma de castillo donde un actor que lo representa nos hace un pequeño resumen de algunas de sus obras más famosas con pequeños actores para delicia de un montón de chiquillos que están tomando el sol en la hierba y nos permite descansar y hacer incluso una pequeña siesta.

 

Después comemos en uno de los chiringuitos asiáticos de la plaza donde podemos ver a un autentico imbécil, padre de familia para más desgracia, bromear groseramente con los del chiringuito, madre e hijo, saludándoles en chino y al enterarse que eran vietnamitas, preguntarles por Ho Chi Minh y cosas similares.

Para olvidar.

Para completar nuestra visita y buscando la ópera, atravesamos todo el centro de Odense y vamos hacia el sur. Allí nos topamos, no se puede decir de otra manera, con la Ansgars Kirke, iglesia protestante, con unas esculturas, cuanto menos curiosas por no decir sospechosamente sexuales en su parque anterior, que está cerrada.

Poco más adelante no encontramos con un edificio que pone opera – teatro pero es muy pequeño. Será para funciones sencillas.

El descubrimiento es el que hacemos frente a el. El precioso parque Munke Mose. Una maravilla para los niños y las familias, con atracciones muy bien pensadas para los más pequeños.

 

Un poco reventados emprendemos la vuelta hacia el tren que está bastante más lejos de lo que pensábamos. nos reencontramos con la extraña escultura y  el parque real. Según mi reloj hemos andado más de 20 kilómetros, 8 según google.

 

Ya en la estación mi compañera se pone a conversar con el del super donde hemos entrado a comprar provisiones acerca de del café danés y una modalidad que se llama “cortado” como en español. Quiere saber si es lo mismo. Luego como funciona la máquina automática y, cuando nos queremos dar cuenta está a punto de salir nuestro tren, así que carrerita y lo cogemos por piernas y en ultimo segundo, como de costumbre.

Vuelta a Aarhus, larga, pero bonita al atardecer.

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