Día 10 de Agosto – Amsterdam – Gante

Día 10 de Agosto – Amsterdam – Gante

Amsterdam – Gante
 
208 km en tren (2h 7min) – 3,0 km a pié (30 min) – 1,7 km en tranvía (8 min)
 
Cogemos el tranvía hasta la enorme estación de Amsterdam Central, que ya empezamos a conocer. Allí cogemos el Talys dirección Paris, aunque nosotros bajaremos en Amberes y allí enlazaremos hacia Gante.

El paisaje no tiene nada especialmente bonito que recuerde. Muchas granjas, creo que de girasoles, pero tampoco presto mucha atención. Amterdam ha calado y voy dándole vueltas a la experiencia. Por suerte mi compañero de viaje ha conseguido asiento en mi vagón aunque no en el mismo asiento (yo llevo interrrail),  así que pongo música y dejo vagar la mirada por el paisaje llano de Holanda.

El viaje hasta Amberes es de aproximadamente una hora y cuarto. La estación de Amberes central está considerada como de las más bonitas del mundo. Construída entre 1895 y 1905. Yo la he visto en más de una película aunque ahora no recuerdo cuales.
Ya estuve en Amberes en un viaje anterior y me pareció bastante parecida a Barcelona, al ensanche concretamente, y a sus calles comerciales. El centro antiguo es reducido pero muy bonito, el puerto y su castillo me gustaron menos. En esta ocasión no salí ni de la estación, suficiente para ver la fotos de boda de una pareja asiática. Bueno. El sitio lo vale.
El viaje de Amberes a Gante pasó en un suspiro. Bélgica es muy pequeña. La idea de plantar el centro de operaciones en Gante es precisamente su equidistancia. A una hora de Brujas, en un sentido, y a una hora de Bruselas, en el otro. Además no es tan turística como Brujas y los alojamientos son más baratos.

Gante nos recibe bajo la lluvia. Bajamos en Gante Dampoort. Parecía más cerca de nuestro hotel, y desde allí cogimos un taxi. Creo que nos equivocamos. Quería enseñarle la ciudad donde también había estado y de la que tan bien le había hablado a mi compañero de viaje, pero, bajo la lluvia, aunque es bonita, pierde algo de su encanto. Es más oscura y es menos cómoda de ver. Pero bueno, paraguas y a caminar.

Salimos del hotel y pasamos junto al City Pavilion y el Market Hall. Eso que se llaman edificios singulares pero que en mitad de un casco antiguo del siglo XVII no pegan ni con cola. De entrada lo que te cuesta es saber que demonios son. Eso sí, para protegerse de la lluvia van de cine.

Justo detrás está la Iglesia de San Nicolas, preciosa y tras ella el Korenmarket, el antiguo mercado de grano. Una plaza enorme, llena de terrazas y restaurantes y el edificio de Correos. Justo detrás de ella, a través del puente de San Miguel están dos de las dos calles más famosas de Gante, La Graslei, el muelle de la hierba y, frente a él, el Korenlei, el muelle del grano. Ambas era de gran importancia para la ciudad. Aquí hay un hostel, el Uppelink, justo junto al puente de San Miguel que debe tener la mejor vista de la ciudad ya que, aparte de lo bonito que es, es una de las zona de reunión de los jóvenes de Gante, ciudad universitaria.

El paseo nos lleva hasta el castillo de los Condes de Flandes (Gravensteen). El castillo no era para defender a la ciudad de los posibles atacantes sino mas bien para defender a los Condes de Flandes de los habitantes de la ciudad, bastante levantiscos, y demostrarles quien mandaba. Frente al Castillo está la Sint-Veerleplein, en la cual está la lonja de pescado, también centro de reunión y muy concurrida.

Siguiendo el canal pasamos junto a dos casas muy antiguas, la Casa de las Siete Obras de la Misericordia. Tiene seis frisos  bajo sus ventanas con representaciones del acto de la Misericordia: la visita a los enfermos, la comida dada al hambriento, el dar de beber al que tiene sed, acoger al peregrino, vestir al desnudo y visitar a los presos. La última, “enterrar a los difuntos” no está representada. Un poco estropeadas pero preciosas.

Cruzando el canal desembocamos en la plaza Vrijdagmarkt o Mercado del viernes con la estatua de Jacob van Artevelde con su brazo levantado señalando hacia Inglaterra. El motivo es que consiguió anular el boicot de la lana inglesa en la guerra en la guerra de los 100 años devolviendo la prosperidad a Gante. No le sirvió de mucho, fue asesinado en un levantamiento popular de los irascibles habitantes de Gante. En este plaza también se llevaban a cabo ejecuciones.

Aquí hay uno de los bares o pub más peculiares de Bélgica. En él encontraréis todo tipo de cervezas. Algunas las sirven en copas enormes y preciosas que imagino que la gente se llevaba de souvenir, así que cuando pides una cerveza en uno de estas copas/jarras en prenda debes dejar uno de tus zapatos. Ese zapato lo introducen dentro de una cesta metálica que izan hasta el techo. Cuando devuelves la copa ellos te devuelven el zapato. Muy curioso, original y divertido.

Cuando el camarero me pregunta que cerveza quiero le digo que una suave y no grande. Me trae una buenísima, blanca, pero al levantarme compruebo que será suave de sabor pero te deja las piernas bastante flojas.

Paseamos para asimilar la cerveza y nos topamos con el super cañon medieval Dulle Griet,la loca Rita“, en honor de un personaje del folclore flamenco.

Cenamos en la Brasserie Bridge, junto al teatro real, donde me regalo una carbonade flamenca (carne estofada con patatas) con salsa a la cerveza negra local. Tremendo. La carbonade es un plato típico belga y del norte de Francia

Y de ahí, aún bajo la lluvia, por las preciosas calles de Gante a nuestro hotel.

Dia 9 de Agosto – Amsterdam

Dia 9 de Agosto – Amsterdam

19 Kms en bici y 3 Kms. caminando.

El día amanece soleado en Amsterdam, o por lo menos sin lluvia así que decidimos que es un buen día para alquilar bicicletas a pesar de lo que explicaba el día anterior. Si en Copenague ya se había convertido en una locura hacerlo aquí era bastante peor. La mezcla anárquica de peatones, bici, tranvías y coches lo leva a un nivel superior,al menos en el centro. Los paseos por algunos canales menos congestionados es otra cosa.
De entrada vamos hacia el Vondelpark, enorme, y uno de los pulmones de Amsterdam. La gente aprovecha el buen día y sale a pasear por el parque, turistas, gente haciendo deporte u otra solamente disfrutando del espacio y el clima que no suele ser tan apacible por aquí.

 

Después de recorrerlo de arriba a abajo con las bicis voy hacia el Rïsjmuseum mientras mi colega decide seguir paseando en bici por la ciudad.
La cola es enorme y tardo casi una hora en entrar pero vale la pena. me pierdo con la autoguía por las galerías. Me encanta la fotografía y la pintura, así que estoy en mi elemento. Estoy casi tres horas porque mi espalda no me permite más. ¿Qué me gustó más? Quizas los cuadros de Vermeer y su luz especial y algunos cuadros costumbristas del siglo XVII.

De vuelta al apartamento paso por mi fritería vegetariana  preferida, maoz, a cargar patatas fritas y a comer y a descansar un poco antes de la sesión de tarde.  Mientras espero a que vuelva el compañero me doy una vuelta por el mercado de tulipanes viendo los bulbos y los precios de los souvenirs. Luego bajo hasta la plaza Rembrandt, con su estatua y una representación en escultura de la ronda de la noche, y disfruto de un cantante callejero buenísimo. Me apunto su nombre para buscarlo a la vuelta. Capti Rando.

 

Por la tarde seguimos con la bici. Vamos hacia el centro y ha los canales que poco a poco vamos conociendo. La tarde se va poniendo tormentosa y una luz increíble se apodera de la ciudad. Despido otra vez a mi compañero de viaje que prefiere seguir paseando en bici y yo la aparco y me dedico a hacer fotos intentando captar esa luz. Me encuentro con el regalo de una chica sentada en una ventana que da al canal, de postal.

En bici pero parando cada 100 metros para hacer fotos vuelvo hasta el apartamento, devuelvo la bici y me llego hasta la plaza Rembrandt que está un poco más abajo de nuestro apartamento. Es una tarde de agosto y toda la gente está en la calle. Ya no está el músico callejero pero hay otro artísta lanzando pompas enormes de jabón para delirio de los chavales. Aquí la gente parece bastante feliz y despreocupada. Vive y deja vivir podría ser su lema.

Sigo mi camino disfrutando del maravilloso atardecer en Amsterdam. Un poco más abajo y me encuentro con el canal Amstel y un poco más allá, bajo una luz increíble, el puente levadizo de Walter Süskindbrug. Espectacular.

 

Cuando vuelve el compañero vamos a cenar también a la plaza Rembrandt. Terminamos en  la terraza de un restaurante americano y disfrutamos de una fresca noche holandesa y de la animación de la gente en la plaza.

Dia 8 de Agosto – Amsterdam

Dia 8 de Agosto – Amsterdam

En Barco: 6,6 km – 57 min
En Tram: 53,9 km – 2 h 57 min
A pié: 7,3 km – 1 h 35 min

Amsterdam

No hace un gran día, amenaza lluvia. Así que hoy recorrido cubierto por Amsterdam. Primero vamos a la estación central (1,9 Kms) y allí, con un bono de 10 viajes decidimos recorrer la ciudad en tranvía por la mañana y en barco (no incluído) por la tarde. Estudiamos los recorridos y primero vamos hacia el sur, hasta el final. En el barrio de Amstelveen. De vuelta paramos en  Weteringschans  (17.4kms). Alli cogemos otro y hasta el final hacia el Oeste. Paralelos al Willemspark hasta el barrio de DeAker, en el quinto pino y vuelta a Weteringschans (16,1 Kms.). Por ultimo vamos hacia el noreste, hasta Amsterdam Ijburg, por los muelles y algún tunel (8,9 Kms). De ahí a la estación central (8 kms) y de ahí al hotel (1,9 Kms). Total 54 kms aprox. por la superficie. Eso nos da una buena idea general de la ciudad.

 

Sigue el mal tiempo así que, después de comer en el apartamento las mejores patatas fritas que he probado en mi vida, en una friteria vegana y por tanto hechas con aceite vegetal, decidimos recorrer de nuevo la ciudad pero esta vez por los canales. Cogemos un barco junto a la casa de Anna Frank de 1 hora (2,4 kms), y la verdad es que no está mal.
Lleva audioguía y nos va indicando la historia casas por las que vamos pasando y curiosidades de la ciudad. Nosotros nos bajamos otra audioguia en el movil que va por Gps y escuchamos más datos. Porqué son tan estrechas y tan altas, el número de bicicletas que se supone que hay sumergidas en los canales y en la superficie. Interesante. Al ir por los canales podemos ver infinidad de barcos vivienda junto a sus orillas. Muchos con pinta de ser fijas e inamovibles. Algunas son auténticas monadas pero la humedad y quizás el olor debe de ser importante.

 

La lluvia y el viento arrecian. Buena elección para hoy (la alternativa son museos). Al llegar al muelle principal vemos luna de las partes modernas de la ciudad, con edificios que nada tiene que ver con la parte antigua. Aquí hay rascacielos, y en uno de ellos hay una atracción de la he oído hablar. Un columpio de 6-8 personas en la parte superior que se balancea hacia el vacío. Desde abajo se ve los pies de las personas cuando cuelgas sobre el vacío. Para gente sin vértigo, así que descartado.
La vuelta al apartamento, en el mercado de flores, desde la casa de Anna Frank, ya es es territorio conocido. Amsterdam es una ciudad para pasear y el atardecer por los canales da para muchas fotografías.

Hay gente que dirá que es para ir en bicicleta. Ni de coña. Ir en bici por Amsterdam es una locura para aquel que no la coja habitualmente por ciudad y la domine como la dominan ellos. Es como meterse con un 600 en una autopista donde la gente va a 150 Km/h. Te asustan, te agobian, o quizás deba hablar en primera persona, me asustan y me agobian. Y eso que uso la moto para trabajar en Barcelona. He visto pasar una bici entre mi tranvía y un coche como si nada y ninguno de los dos ha aflojado lo más mínimo.
Cena en Italiano. Restaurante Il Primo. No nos fiamos nada de la comida holandesa. Allí asistimos a una entrada poco hábil en garage de un coche  rascando por todas partes, para jolgorio de los camareros y asombro del personal y vuelta caminando hasta el apartamento. de nuevo una delicia pasear por Amsterdam en verano por la noche. Eso si, solo no estás, pero aun así tiene algo especial.

Dia 7 de Agosto, Lunes – Hamburgo – Amsterdam

Dia 7 de Agosto, Lunes – Hamburgo – Amsterdam

En Tren: 463 km – 4 h 59 min
A Pié: 6,1 km – 1 h 20 min
En Tram: 1,5 km – 9 min

Desayunamos cerca del Llienhoff. descubrimos la cafetería a la ida. A un minuto de la estación y con una tranquilidad que no encontraríamos allí. Surtido de pasteles, zumos y algo negro a lo que llaman café para empezar bien el día.

No tenemos reserva. Pensamos que no habrá problemas. Craso error. El andén está hasta los topes y la gente empieza a ponerse nerviosa. Nos cambian de andén y cuando llega, a la carrera. Me recuerda los intercities de Londres a Edimburgo, aunque allí es más divertido. Esperan todos fuera del andén, y cuando ha llegado el tren y han bajado todos, abren la barrera. Suelen ganar los abuelos, que han llegado antes y han hecho cola mucho rato para conseguir el mejor sitio, y que corren como demonios.

Aquí no, pero el tren es larguísimo, y los que no llevamos reserva dependemos de la habilidad para subir al vagón más vacío y con menos reservas. Volviendo a los trenes ingleses, cada asiento tiene una nota arriba indicando si está reservado y hasta dónde. Aquí solo pone que puede estar reservado, así que si no encuentras uno que no lo ponga, te has de sentar y encomendarte a todos los santos.

Tres de nosotros corremos con los equipajes como podemos hasta uno de los primeros vagones, en el quinto pino, y conseguimos asientos con posible reserva. El otro compañero si que tenía reserva y queda unos cuantos vagones más atrás.

Salimos a las 9:45. Hasta Osnabrueck son 1h 49 mins y unos 230 kms, segun mis datos. Aprovechamos para relajarnos un poco y ver el paisaje del norte de Alemania, que no me maravilla. En Bremen sube una riada de gente, pero estamos de suerte. No nos mueven de sitio.

En Osnabrueck transbordo, Nos juntamos todos pero de nuevo hay 3 que volvemos a jugar a la ruleta. Ganamos de nuevo y llegaremos en nuestros sitios hasta Amsterdam, aunque aquí el tren ya va mucho más vacío y hay incluso asientos libres. Por la ventana intento adivinar cuando llegamos a Holanda. Y se nota. Los tejados de las casas son un poco diferentes. De nuevo grandes campos de maíz, pastos, placas solares por todas partes y carriles bici al lado de la vía del tren y por las carreteras. Eso sí, llano como la palma de la mano. No hay duda, esto debe ser Holanda.

Llegamos a Amsterdam a las 15 y empieza la odisea. La estación de Amsterdam es un rectángulo enorme y nosotros hemos aparecido por uno de sus extremos. Aquí separaremos nuestros caminos. Dos marcharán mañana para Barcelona, vía Paris a donde llegarán a las 23h. Uno de ellos no tiene reserva, no hubo manera que se hicieran desde Barcelona y hemos de hacerla aquí.

Las taquillas de largo recorrido están justo en el otro extremo del rectángulo, pero como no lo sabemos, nos recorremos toda la estación preguntando e intentando averiguar donde están.

Tenemos suerte, mucha suerte. Nos toca una mujer superprofesional y con más paciencia que el Santo Job. Muy diferente que en Alemania, donde, al menos según mi experiencia, cualquier titubeo es pagado con una mirada asesina y algún aspaviento del tipo de “vete aquí y cuando sepas lo que quieres vuelve”.

El que se quedará conmigo en Amsterdam, sin interrail ni similar, consigue todas las reservas de aquí hasta París sin problemas.

Pero el compañero ex-ferroviario no tuvo tanta suerte. Al igual que el interrail parece ser que el transitario, o como se llame, tiene unas plazas reservadas en cada tren que, si no se reservan hasta 5 días antes, se ponen a la venta. Nosotros las queríamos para el día siguiente. Imposible.

La reserva normal, hasta París y luego a Barcelona, con tan poco tiempo, cuestan una fortuna así que sigue una eterna discusión entre nosotros y con la taquillera a ver que hacemos. Avión, tren, ¿autoestop?. La pobre nos buscó todo tipo de alternativas pero ninguna nos servía. Solo os digo que después de nosotros se tomo un descanso. Finalmente salimos sin reserva y encomendándonos al dios de los ferroviarios y con la idea clara de “se van a colar y a ver que pasa”. Billete tiene, lo que no tiene es reserva.

Debo decir que los ferroviarios se ayudan entre si. Hay un espíritu de cuerpo parecido al de los bomberos o los policías, y nuestro compañero llegó sin problemas a Barcelona.

Frente a la estación hay una gran plaza por donde circulan un montón de tranvías, buses y un poco más allá pequeños barcos que hacen recorrido por los canales. Es decir, que cuando llegas a la estación de Amsterdam y sales fuera, es un maldito caos. No sabes que hacer ni que coger. Pero preguntando se llega a Roma, y nos enteramos que hay unos tickets de 10 viajes para los trams, que compramos. Luego fué cuestión de ir encontrando los trams que tenía que coger cada uno. Dos estaban en un hotel, un poco a las afueras, pero al parecer encantador, y otros dos estábamos en una apartamento. junto al mercado de la flores.

Decidimos ir a nuestros alojamientos a dejar las cosas y encontrarnos al cabo de dos horas en la plaza Dam.

Al llegar la calle de nuestro alojamiento la recorremos dos veces buscando nuestro hotel pero no hay manera de encontrarlo. Luego buscamos el número y nos encontramos frente a una puerta cochambrosa con una pinta como para salir corriendo. Recordamos entonces que lo que habíamos cogido era un apartamento, unos tres meses atrás, en vez de un hotel, por las vistas que ofrecía.

En la reserva había un telefóno al que llamamos y al cabo de unos 15 minutos apareció un joven que nos abrió la puerta y nos guió hasta el tercer piso, sin ascensor, y por unas escaleras holandesas, Quien haya estado en Amsterdam sabrá de qué hablo altas y estrechas,

El apartamento era precioso, menos mal, y con buenas vistas sobre los canales. Tenía una pequeña terraza en el piso superior, que nunca usamos.

Tras acomodarnos y comer un poco salimos, en tram, hacia la plaza Damm. El trayecto estaba en obras, con lo que, si ya era complicado el tráfico normal, con las obras era infernal.

Me impresionó, por no decir que me acojonó, la manera como se entrecruzan coches y sobre todo, tranvías y bicis, y eso que vivo y voy en moto por Barcelona.

La plaza Damm estaba a reventar, como las Ramblas o peor. Cuando llegó el resto nos dirigimos un poco a la aventura y fuimos recorriendo los canales. Así llegamos a la casa de Anna Frank (Nos lo dijo la gente que hacía una inmensa cola para entrar), junto a la preciosa iglesia Westerkerk que se levanta majestuosa sobre los canales. Un poco más allá nos encontramos con el museo de los tulipanes y el del queso.

Después de cenar, no muy bien, en un argentino, hicimos la inevitable visita al barrio rojo, que estaba, partiendo de la plaza Damm, en sentido contrario al que habíamos ido antes.

Eso sí que son las Ramblas. Una riada de gente, la mayoría turistas, recorría las calles buscando las red lights donde se exhiben las señoritas y demás géneros alternativos. No me gustó nada. Coincide con mi idea de lo que debía de ser un mercado de esclavos, en este caso sexuales, con la exhibición de la mercancía en los escaparates.

Había para todos los gustos y necesidades. Ninguna te presta atención, tan solo se exhiben. Si te apetece llamas y empieza la negociación. Lo encontré deprimente, pero qué se podía esperar.

Por fin salimos del barrio y tras un breve paseo nos despedimos deseando suerte a los que viajaban al día siguiente. Dos de nosotros nos quedamos un par de noches más antes de proseguir viaje pero hacía Bélgica.

Dia 6 de Agosto, Domingo – Aarhus – Hamburgo

Dia 6 de Agosto, Domingo – Aarhus – Hamburgo

En Tren: 390 km – 4 h 35 min
A pié:  12,2 km – 1 h 58 min

Domingo.

Como de costumbre, la luz del sol, y esta vez también la excitación, hace que nos despertemos temprano.
Hacemos los bocatas para el viaje. Dejamos él apartamento lo mejor posible, aunque nos han cobrado un buen dinero por la limpieza. La llave en el buzón y para la estación. Hace buen tiempo. En la estación nos tomamos él último café danés. Vamos tres viajeros por delante, falta uno que se nos unirá en Hamburgo. Él tren estaba lleno y no ha encontrado billete, así cogerá el siguiente.

Camino de Hamburgo, ya en él tren, conversamos con otra atleta, está alemana, que está sentada al lado nuestro y que también vuelve a casa.

Es lanzadora de Javalina y también ha hecho la pentathlon de lanzamientos.

Esta preocupada porque él tren lleva 15′ de retraso por un problema técnico y ella tiene 20′ para hacer un transbordo.

Él recorrido nos es ya familiar, campos de cultivo (sobre todo maiz), granjas y pastos. Puentes y canales.

Las estaciones también lo son: Odense, Fredericia, Kolding, Flensburg.

La parte alemana es parecida pero la arquitectura de las casas varía un poco, sobre todo los tejados.

Son unas cuatro horas y media pero, como de costumbre, el recorrido se nos hace corto. Es una delicia viajar en estos trenes. Uno de nosotros no lleva reserva y aunque a partir de Fredericia el tren se llena casi por completo, su plaza no la reclama nadie.

En Hamburgo, cogemos reserva para el tren de mañana pero solo para el que no viene con nosotros y no tiene interrail, el resto nos la jugaremos. Al salir al exterior nos sorprende ver la cantidad de gente tirada en torno a la estación. No la recordabamos así de la ida. Muchos vestidos de moteros. Varios llevan la misma camiseta, así que es posible que van a algún concierto.

En él hotel lilienhof, que me parece más cutre que a la ida, tenemos un problemilla con el chico de recepcion, que es o turco o pakistaní por la pinta y que aún habla peor inglés que nosotros.

Me quiere cobrar más de lo estipulado en Booking. Al final llama a un superior y vemos que una habitación que habíamos anulado aún les constaba.

Mientras llega el cuarto del grupo, dejemos las cosas en la habitación y salimos a ver la ciudad.

La mayor parte de los Hoteles y en algunos otros edificios vernos la bandera arco iris. También muchas parejas de gays y alguna de lesbianas por el camino. Al principio pensamos que es una ciudad muy abierta y liberal. Conforme va aumentando la presencia comprendemos que algo pasa pero no sabemos qué.

Tras algún problema de orientación vemos que al lado de la estación pasa una calle, la Mönkebergstrasse, que lleva directo al ayuntamiento. La tomamos, y por él camino vamos entrando en todas las iglesias que vamos encontrando. Algunas luteranas y otras católicas. En una luterana veo imágenes de Jesucristo crucificado y de santos. Cómo no me cuadra, preguntamos a uno de la puerta pero no sabe inglés.

Vemos la iglesia de San Jacobo, la de San Pedro y llegamos al ayuntamiento. Enorme y también la plaza junto a él.

Reponemos fuerzas mientras esperamos al cuarto del grupo en los kioskos frente al ayuntamiento y, una vez completo el grupo, vamos hacia una especie de mercadillo que está al lado y lo entendemos todo.

Es el CSD, El Christopher Street Day. El dia del orgullo gay en Hamburgo. El nombre es el de la calle donde se celebró por primera vez. Nos informan unos de la LGDB del país valenciano que están allí promocionando su tierra.

Seguimos nuestro recorrido buscando un hipotético monumento a Willy Brandt que, al cabo de más de una hora, comprobamos que no existe (error al interpretar el mapa) y nos encontramos con la iglesia de Sant Michael, a cuya torre se puede subir, ¡¡¡en ascensor!!!, al módico precio de 5€, y desde la que se ve una vista de Hamburgo fantástica.

La iglesia es muy sencilla, amplia y bonita. Hay varios pisos en la torre pero el ascensor, al menos hoy, solo iba hasta el último. Mis compañeros deciden verlos y suben otra vez, pero por las escaleras. Los pisos inferiores son como de ladrillo quemado y los superiores de madera. Cuando se quieren dar cuenta vuelven a estar en el último, que está a 106 metros. Se quemó dos veces y fue reconstruida. Desde la torre se disfruta de una vista fantástica de Hamburgo, en especial creo que de la Hamburgo moderna, de edificios singulares y acristalados.

También una vista del río Elba que lleva hasta el Báltico y que fue la base de la prosperidad de Hamburgo.

 

De vuelta al centro pasamos por la catedral de San Nicolás, destruida por un incendio a principio de 1906 y nunca reconstruida, y luego por la de Santa Caterina.

En la de San Nicolás, intentando ayudar a un compañero a hacer una foto con el movil, me equivoco y nos hacemos un selfie involuntario. De traca.

Cena en “La mamma“. Cerca del ayuntamiento. Bueno y barato, aunque de diseño y pinta de caro. Y vuelta al hotel, rezando para que todos los moteros que hemos visto alojarse en él hotel nos den una noche tranquila.

La ducha de nuestro cuarto gotea y, tras varios divertidos intentos a lo McGyver, a cual más ridículo, hemos de dejar la alcachofa en el suelo. La tele tampoco funciona y el lavabo está fuera de la habitación. Suerte que el hotel es por una noche. eso sí tirado de precio, 18€ la doble por noche.

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