Tren: 612 km – 5 h 44 min (azul oscuro)
Bici: 26,3 km – 1 h 50 min (verde)
A pié: 6,9 km – 1 h 19 min (azul claro)

Hoy vamos a ver la capital. Tengo muy buenos recuerdos de Copenhague de viajes anteriores. he estado en camping, al norte de la ciudad, y el albergue, camino de Draggor.

El grupo ha aumentado con dos nuevos miembros y somos 5 los que tomamos el tren bien temprano, a las 8:14 para llegar allí a las 11:05 y volveremos en el de las 18:54 para llegar a casa sobre las 22:00. 8 horas en Copenhague.

De nuevo hacia el sur, Horsens, Vejle, entramos en Fionia, Odense y pasamos a Sajelland, la isla donde esta la capital, Copenhague (Kobenhavn).

Sorprendentemente hace buen tiempo y el viaje, como de costumbre, se nos hace corto. Nos ha tocado mesa. Mis compañeros habituales juegan a las damas. Se han viciado. Yo miro por la ventanilla intentando empaparme del paisaje. Cogimos reserva y viajamos tranquilos. No nos echaran del sitio. Y suerte, porque el tren va abarrotado. A los otros dos, les ha tocado otro vagón. Ellos no tienen interrail y el viaje les ha costado más de 100€ ida y vuelta. No está nada mal la clavada. Aquí es donde se notan los beneficios del Interrail. A nosotros la reserva nos ha costado solo 8€ por cabeza ida y vuelta.

Llegamos a Copenhague y el primer contacto con la ciudad es brutal.

La estación es un río de gente y al salir, la entrada del Tívoli no se parece nada a la que yo recordaba, de ladrillo rojo, estilo clásico. Frente a mí hay una entrada acristalada y super moderna. Me rompe los esquemas. No me lo puedo creer. Al poco descubro que mi memoria me ha jugado una mala pasada y estoy en una entrada lateral. La entrada de siempre está al girar la esquina. Menos mal

La fauna de la estación también nos sorprende. Mucho indigente y un grupo asiático completamente colocado bebiendo al lado de la entrada. Pésima imagen para la ciudad.

Buscamos algún lugar donde alquilen bicicletas. Según google maps hay uno justo en la puerta y es cierto. Encontramos un lugar donde hay aparcadas bicis de alquiler pero no hay ningún responsable. decidimos ir al Tourist Information que hay justo en la esquina, a mano izquierda según se sale de la estación. Allí encontramos publicidad de dos sitios. Uno justo a lado del Tourist al precio de 75dk. El resto se va a los 100 dk.

Al llegar nos llevamos la agradable sorpresa de que ese precio es el de las bicis de niños. El precio normal es de 100 dk y encima las bicis son bastante malas. Nos quejamos del precio y creen que nos parecen demasiado baratas así que nos dicen que un poco más abajo, supongo que también suyas, podemos encontrar otras por 120 dk.

Decidimos ir a otras que hemos encontrado por 50 dk, pero que están al otro lado de la estación, al final de una gran curva. Se llama Baisikali. Y después de un buen rodeo, la estación está en obras y las calles que llevan hacia allí cortadas, conseguimos unas bicis estupendas por 80 dk. Había de 50 dk pero preferimos unas bastante mejores. Con todo hemos perdido 1h del poco tiempo que tenemos para estar en la ciudad.

Nos dirigimos hacia la plaza del ayuntamiento, donde estas dos estatuas de músicos tocando el lur. Un instrumento típico de la Edad Media. Dice irónicamente la leyenda que los dos lur sonarán cuando una virgen atraviese la plaza. Siguen esperando.

Nada más entrar en la plaza en bici, un danés mayor nos indica amablemente que hemos de ir a pié. Nosotros, muy disciplinados, nos bajamos aun cuando vemos que hay muchos que no hacen ni caso.

Nos dirigimos hacia la entrada a la calle peatonal que está a reventar. Ya no nos atrevemos a entrar sobre la bici ni queremos llevarla de la mano. Así que giramos hacia la izquierda por el carril bici y vamos haciendo eses atravesando de tanto en cuanto la calle peatonal. En una de esta llegamos a la Gameltorv, la plaza más antigua y con una de las fuentes famosas de Copenhague. Propongo bajar de la bici para verla, pero mis compañeros prefieren ir primero a la sirenita, en el extremo más alejado del recorrido, y luego a la vuelta ver todo más tranquilamente.

Por suerte encontramos un camino que va paralelo al canal, con poco trafico y, por intuición, pasamos por delante del palacio real y llegamos poco más tarde a la sirenita que, como era de esperar, está a reventar de gente. Hay un cartel que pide/prohibe tocarla pero la gente ni caso. Saltan a la pequeña roca sobre la que está y se hacen todo tipo de fotos. Desde la típica japonesa con los dedos en V hasta la más grosera que os podáis imaginar. Las rocas están resbaladizas y más de uno acaba en el agua.

De ahí al Kastellet, “la ciudadela” en danes.Del siglo XVII, es la fortificación militar con barracones en activo más antigua de Europa. Se puede pasear por su parte superior y hay un molino en su interior. Eso sí, curiosamente no se puede pisar el césped. Si te vé alguno de los militares que va haciendo la ronda te dice como a nosotros, de manera muy seca, que salgas de allí. Y no me refiero a tumbarte por el césped, me refiero a poner un pie dentro para hacer una foto.

Al lado está la preciosa iglesia de Sant Alban, la única iglesia anglicana de Dinamarca. Al lado del lago/foso del Kastellet que proporciona unas fotografías maravillosas. Lástima que mediodía no sea la mejor hora para hacerlas.

Junto a la iglesia está la tremenda escultura de la diosa Gefion que, según la leyenda, con sus cuatro hijos transformados en bueyes, separó la isla de Sjaelland de Suecia

No muy lejos de allí llegamos al palacio real de Amalienborg, residencia real desde 1764. El conjunto lo forman cuatro palacios en torno a una plaza ortogonal con la estatua ecuestre de Federico V, su constructor, en el centro. La familia real lo suele usar como residencia de invierno. El cambio de guardia, con música, solo se realiza cuando está la reina. Los soldados llevan el bearskin, el gorro de piel de oso, originariamente propio de los regimientos de granaderos, pero que vemos en varias guardias reales europeas.

Desde la estatua de Federico V podemos ver la Frederiks Kirke o Marmorkirken, una iglesia espectacular con una cúpula que recuerda a la de San Pedro de Roma y a la que parece ser que se puede subir en pequeños grupos.

Callejeando llegamos al Nyhavn, el canal que permitía el acceso directo al mar desde la ciudad y que se convirtió en barrio de marineros con mala fama. Ahora es centro de partida de los barcos turísticos que recorren el canal, atracadero de algunos veleros y una de cuyas orillas está llena de animados restaurante y chiringuitos, siempre atestados de gente. Allí reponemos fuerzas. Hay de todo, puestos de salchichas, helados, gofres y muchos restaurantes.

 

Queda poco tiempo. Nos metemos en el infernal tráfico de bicicletas de Copenhague y decidimos ir a la iglesia Nuestro Salvador. Pasamos delante del edificio de la bolsa con su preciosa torre formada por las colas entrelazadas de cuatro dragones.

La iglesia de Nuestro Salvador tiene un espectacular chapitel en forma de escalera de caracol al que se puede subir y ver una de las mejores vistas de Copenhague, siempre que no se tenga vértigo. Las aglomeraciones en la escalera son tremendas, sobre todo en su parte superior, la de la escalera de caracol externa. Hay que tener buenas piernas y fuerzas para subirlas.

He leído posteriormente que tiene uno de las carrillones más grandes del norte de Europa. Nosotros ni lo vimos, Lástima.

Se empieza a hacer tarde. Las bicis hay que devolverlas antes de las 18:00 que es cuando cierran la tienda. Así que, con un considerable dolor de piernas, culo y rodilla en mi caso, emprendemos lo más rápidamente posible el camino de vuelta intentando orientarnos por el laberinto de carriles bicis de Copenhague. Instintivamente y consultando de tanto en tanto el google drive tiramos por detrás del Tivoli y acertamos. Después de ser casi atropellados y cuando empiezo a creer que nos hemos equivocado de camino, aparece la tienda de bicicletas. Por los pelos.

Volvemos caminando al centro. A la plaza del ayuntamiento. los lur siguen sin sonar y reparamos en la estatua de HC Andersen, en el boulevard del mismo nombre, frente al Tivoli y el museo de figuras de cera de Madame Tussauds, donde multitud de chiquillos y nosotros mismos queremos hacernos fotos.

Aquí nos separamos. Dos se esperan al siguiente tren, dentro de una hora, para ver la calle peatonal, y el resto emprendemos el regreso a casa. Empieza a llover camino de la estación. la ciudad está más tranquila a estas horas.

El cielo se vuelve gris y sigue lloviendo camino de Aarhus. Volvemos a pasar por el puente y el túnel que unen Fionia de Sjaelland. No es tran grande como el de Malmoe pero no deja de ser impresionante.

El recorrido de la estación al apartamento, 5 minutos escasos, ya empieza a ser familiar. Subida por la Bruuns Gade y giro a la derecha en la Jaegergardsgade, llena de restaurantes y terracitas donde la gente suele tomar copas de vino en estas largas tardes de verano. Nuestros dos supers que cierran a las 23h de lunes a domingo y cuyos pasillos ya nos conocemos, la tienda de “serrano skinke“, llevada por asiáticos, con los jamones colgando en su aparador. Giro a la izquierda en la Frederiks Allé, llena también de restaurantes pero más de take away, y giro a la derecha en nuestra pequeña calle la Holbergsgade.

En casa. Llamamos. Solo tenemos una llave. El timbre de apertura suena durante un rato extrañamente largo, aunque lo sueltes. Cuatro pisos llenos de botas y zapatos en cada rellano y nuestro acogedor apartamento, donde los que no han venido esperan noticias del viaje y nosotros de los entrenos o competiciones.

error: Content is protected !!