Dia 9 de Agosto – Amsterdam

Dia 9 de Agosto – Amsterdam

19 Kms en bici y 3 Kms. caminando.

El día amanece soleado en Amsterdam, o por lo menos sin lluvia así que decidimos que es un buen día para alquilar bicicletas a pesar de lo que explicaba el día anterior. Si en Copenague ya se había convertido en una locura hacerlo aquí era bastante peor. La mezcla anárquica de peatones, bici, tranvías y coches lo leva a un nivel superior,al menos en el centro. Los paseos por algunos canales menos congestionados es otra cosa.
De entrada vamos hacia el Vondelpark, enorme, y uno de los pulmones de Amsterdam. La gente aprovecha el buen día y sale a pasear por el parque, turistas, gente haciendo deporte u otra solamente disfrutando del espacio y el clima que no suele ser tan apacible por aquí.

 

Después de recorrerlo de arriba a abajo con las bicis voy hacia el Rïsjmuseum mientras mi colega decide seguir paseando en bici por la ciudad.
La cola es enorme y tardo casi una hora en entrar pero vale la pena. me pierdo con la autoguía por las galerías. Me encanta la fotografía y la pintura, así que estoy en mi elemento. Estoy casi tres horas porque mi espalda no me permite más. ¿Qué me gustó más? Quizas los cuadros de Vermeer y su luz especial y algunos cuadros costumbristas del siglo XVII.

De vuelta al apartamento paso por mi fritería vegetariana  preferida, maoz, a cargar patatas fritas y a comer y a descansar un poco antes de la sesión de tarde.  Mientras espero a que vuelva el compañero me doy una vuelta por el mercado de tulipanes viendo los bulbos y los precios de los souvenirs. Luego bajo hasta la plaza Rembrandt, con su estatua y una representación en escultura de la ronda de la noche, y disfruto de un cantante callejero buenísimo. Me apunto su nombre para buscarlo a la vuelta. Capti Rando.

 

Por la tarde seguimos con la bici. Vamos hacia el centro y ha los canales que poco a poco vamos conociendo. La tarde se va poniendo tormentosa y una luz increíble se apodera de la ciudad. Despido otra vez a mi compañero de viaje que prefiere seguir paseando en bici y yo la aparco y me dedico a hacer fotos intentando captar esa luz. Me encuentro con el regalo de una chica sentada en una ventana que da al canal, de postal.

En bici pero parando cada 100 metros para hacer fotos vuelvo hasta el apartamento, devuelvo la bici y me llego hasta la plaza Rembrandt que está un poco más abajo de nuestro apartamento. Es una tarde de agosto y toda la gente está en la calle. Ya no está el músico callejero pero hay otro artísta lanzando pompas enormes de jabón para delirio de los chavales. Aquí la gente parece bastante feliz y despreocupada. Vive y deja vivir podría ser su lema.

Sigo mi camino disfrutando del maravilloso atardecer en Amsterdam. Un poco más abajo y me encuentro con el canal Amstel y un poco más allá, bajo una luz increíble, el puente levadizo de Walter Süskindbrug. Espectacular.

 

Cuando vuelve el compañero vamos a cenar también a la plaza Rembrandt. Terminamos en  la terraza de un restaurante americano y disfrutamos de una fresca noche holandesa y de la animación de la gente en la plaza.

Dia 8 de Agosto – Amsterdam

Dia 8 de Agosto – Amsterdam

En Barco: 6,6 km – 57 min
En Tram: 53,9 km – 2 h 57 min
A pié: 7,3 km – 1 h 35 min

Amsterdam

No hace un gran día, amenaza lluvia. Así que hoy recorrido cubierto por Amsterdam. Primero vamos a la estación central (1,9 Kms) y allí, con un bono de 10 viajes decidimos recorrer la ciudad en tranvía por la mañana y en barco (no incluído) por la tarde. Estudiamos los recorridos y primero vamos hacia el sur, hasta el final. En el barrio de Amstelveen. De vuelta paramos en  Weteringschans  (17.4kms). Alli cogemos otro y hasta el final hacia el Oeste. Paralelos al Willemspark hasta el barrio de DeAker, en el quinto pino y vuelta a Weteringschans (16,1 Kms.). Por ultimo vamos hacia el noreste, hasta Amsterdam Ijburg, por los muelles y algún tunel (8,9 Kms). De ahí a la estación central (8 kms) y de ahí al hotel (1,9 Kms). Total 54 kms aprox. por la superficie. Eso nos da una buena idea general de la ciudad.

 

Sigue el mal tiempo así que, después de comer en el apartamento las mejores patatas fritas que he probado en mi vida, en una friteria vegana y por tanto hechas con aceite vegetal, decidimos recorrer de nuevo la ciudad pero esta vez por los canales. Cogemos un barco junto a la casa de Anna Frank de 1 hora (2,4 kms), y la verdad es que no está mal.
Lleva audioguía y nos va indicando la historia casas por las que vamos pasando y curiosidades de la ciudad. Nosotros nos bajamos otra audioguia en el movil que va por Gps y escuchamos más datos. Porqué son tan estrechas y tan altas, el número de bicicletas que se supone que hay sumergidas en los canales y en la superficie. Interesante. Al ir por los canales podemos ver infinidad de barcos vivienda junto a sus orillas. Muchos con pinta de ser fijas e inamovibles. Algunas son auténticas monadas pero la humedad y quizás el olor debe de ser importante.

 

La lluvia y el viento arrecian. Buena elección para hoy (la alternativa son museos). Al llegar al muelle principal vemos luna de las partes modernas de la ciudad, con edificios que nada tiene que ver con la parte antigua. Aquí hay rascacielos, y en uno de ellos hay una atracción de la he oído hablar. Un columpio de 6-8 personas en la parte superior que se balancea hacia el vacío. Desde abajo se ve los pies de las personas cuando cuelgas sobre el vacío. Para gente sin vértigo, así que descartado.
La vuelta al apartamento, en el mercado de flores, desde la casa de Anna Frank, ya es es territorio conocido. Amsterdam es una ciudad para pasear y el atardecer por los canales da para muchas fotografías.

Hay gente que dirá que es para ir en bicicleta. Ni de coña. Ir en bici por Amsterdam es una locura para aquel que no la coja habitualmente por ciudad y la domine como la dominan ellos. Es como meterse con un 600 en una autopista donde la gente va a 150 Km/h. Te asustan, te agobian, o quizás deba hablar en primera persona, me asustan y me agobian. Y eso que uso la moto para trabajar en Barcelona. He visto pasar una bici entre mi tranvía y un coche como si nada y ninguno de los dos ha aflojado lo más mínimo.
Cena en Italiano. Restaurante Il Primo. No nos fiamos nada de la comida holandesa. Allí asistimos a una entrada poco hábil en garage de un coche  rascando por todas partes, para jolgorio de los camareros y asombro del personal y vuelta caminando hasta el apartamento. de nuevo una delicia pasear por Amsterdam en verano por la noche. Eso si, solo no estás, pero aun así tiene algo especial.

Dia 7 de Agosto, Lunes – Hamburgo – Amsterdam

Dia 7 de Agosto, Lunes – Hamburgo – Amsterdam

En Tren: 463 km – 4 h 59 min
A Pié: 6,1 km – 1 h 20 min
En Tram: 1,5 km – 9 min

Desayunamos cerca del Llienhoff. descubrimos la cafetería a la ida. A un minuto de la estación y con una tranquilidad que no encontraríamos allí. Surtido de pasteles, zumos y algo negro a lo que llaman café para empezar bien el día.

No tenemos reserva. Pensamos que no habrá problemas. Craso error. El andén está hasta los topes y la gente empieza a ponerse nerviosa. Nos cambian de andén y cuando llega, a la carrera. Me recuerda los intercities de Londres a Edimburgo, aunque allí es más divertido. Esperan todos fuera del andén, y cuando ha llegado el tren y han bajado todos, abren la barrera. Suelen ganar los abuelos, que han llegado antes y han hecho cola mucho rato para conseguir el mejor sitio, y que corren como demonios.

Aquí no, pero el tren es larguísimo, y los que no llevamos reserva dependemos de la habilidad para subir al vagón más vacío y con menos reservas. Volviendo a los trenes ingleses, cada asiento tiene una nota arriba indicando si está reservado y hasta dónde. Aquí solo pone que puede estar reservado, así que si no encuentras uno que no lo ponga, te has de sentar y encomendarte a todos los santos.

Tres de nosotros corremos con los equipajes como podemos hasta uno de los primeros vagones, en el quinto pino, y conseguimos asientos con posible reserva. El otro compañero si que tenía reserva y queda unos cuantos vagones más atrás.

Salimos a las 9:45. Hasta Osnabrueck son 1h 49 mins y unos 230 kms, segun mis datos. Aprovechamos para relajarnos un poco y ver el paisaje del norte de Alemania, que no me maravilla. En Bremen sube una riada de gente, pero estamos de suerte. No nos mueven de sitio.

En Osnabrueck transbordo, Nos juntamos todos pero de nuevo hay 3 que volvemos a jugar a la ruleta. Ganamos de nuevo y llegaremos en nuestros sitios hasta Amsterdam, aunque aquí el tren ya va mucho más vacío y hay incluso asientos libres. Por la ventana intento adivinar cuando llegamos a Holanda. Y se nota. Los tejados de las casas son un poco diferentes. De nuevo grandes campos de maíz, pastos, placas solares por todas partes y carriles bici al lado de la vía del tren y por las carreteras. Eso sí, llano como la palma de la mano. No hay duda, esto debe ser Holanda.

Llegamos a Amsterdam a las 15 y empieza la odisea. La estación de Amsterdam es un rectángulo enorme y nosotros hemos aparecido por uno de sus extremos. Aquí separaremos nuestros caminos. Dos marcharán mañana para Barcelona, vía Paris a donde llegarán a las 23h. Uno de ellos no tiene reserva, no hubo manera que se hicieran desde Barcelona y hemos de hacerla aquí.

Las taquillas de largo recorrido están justo en el otro extremo del rectángulo, pero como no lo sabemos, nos recorremos toda la estación preguntando e intentando averiguar donde están.

Tenemos suerte, mucha suerte. Nos toca una mujer superprofesional y con más paciencia que el Santo Job. Muy diferente que en Alemania, donde, al menos según mi experiencia, cualquier titubeo es pagado con una mirada asesina y algún aspaviento del tipo de “vete aquí y cuando sepas lo que quieres vuelve”.

El que se quedará conmigo en Amsterdam, sin interrail ni similar, consigue todas las reservas de aquí hasta París sin problemas.

Pero el compañero ex-ferroviario no tuvo tanta suerte. Al igual que el interrail parece ser que el transitario, o como se llame, tiene unas plazas reservadas en cada tren que, si no se reservan hasta 5 días antes, se ponen a la venta. Nosotros las queríamos para el día siguiente. Imposible.

La reserva normal, hasta París y luego a Barcelona, con tan poco tiempo, cuestan una fortuna así que sigue una eterna discusión entre nosotros y con la taquillera a ver que hacemos. Avión, tren, ¿autoestop?. La pobre nos buscó todo tipo de alternativas pero ninguna nos servía. Solo os digo que después de nosotros se tomo un descanso. Finalmente salimos sin reserva y encomendándonos al dios de los ferroviarios y con la idea clara de “se van a colar y a ver que pasa”. Billete tiene, lo que no tiene es reserva.

Debo decir que los ferroviarios se ayudan entre si. Hay un espíritu de cuerpo parecido al de los bomberos o los policías, y nuestro compañero llegó sin problemas a Barcelona.

Frente a la estación hay una gran plaza por donde circulan un montón de tranvías, buses y un poco más allá pequeños barcos que hacen recorrido por los canales. Es decir, que cuando llegas a la estación de Amsterdam y sales fuera, es un maldito caos. No sabes que hacer ni que coger. Pero preguntando se llega a Roma, y nos enteramos que hay unos tickets de 10 viajes para los trams, que compramos. Luego fué cuestión de ir encontrando los trams que tenía que coger cada uno. Dos estaban en un hotel, un poco a las afueras, pero al parecer encantador, y otros dos estábamos en una apartamento. junto al mercado de la flores.

Decidimos ir a nuestros alojamientos a dejar las cosas y encontrarnos al cabo de dos horas en la plaza Dam.

Al llegar la calle de nuestro alojamiento la recorremos dos veces buscando nuestro hotel pero no hay manera de encontrarlo. Luego buscamos el número y nos encontramos frente a una puerta cochambrosa con una pinta como para salir corriendo. Recordamos entonces que lo que habíamos cogido era un apartamento, unos tres meses atrás, en vez de un hotel, por las vistas que ofrecía.

En la reserva había un telefóno al que llamamos y al cabo de unos 15 minutos apareció un joven que nos abrió la puerta y nos guió hasta el tercer piso, sin ascensor, y por unas escaleras holandesas, Quien haya estado en Amsterdam sabrá de qué hablo altas y estrechas,

El apartamento era precioso, menos mal, y con buenas vistas sobre los canales. Tenía una pequeña terraza en el piso superior, que nunca usamos.

Tras acomodarnos y comer un poco salimos, en tram, hacia la plaza Damm. El trayecto estaba en obras, con lo que, si ya era complicado el tráfico normal, con las obras era infernal.

Me impresionó, por no decir que me acojonó, la manera como se entrecruzan coches y sobre todo, tranvías y bicis, y eso que vivo y voy en moto por Barcelona.

La plaza Damm estaba a reventar, como las Ramblas o peor. Cuando llegó el resto nos dirigimos un poco a la aventura y fuimos recorriendo los canales. Así llegamos a la casa de Anna Frank (Nos lo dijo la gente que hacía una inmensa cola para entrar), junto a la preciosa iglesia Westerkerk que se levanta majestuosa sobre los canales. Un poco más allá nos encontramos con el museo de los tulipanes y el del queso.

Después de cenar, no muy bien, en un argentino, hicimos la inevitable visita al barrio rojo, que estaba, partiendo de la plaza Damm, en sentido contrario al que habíamos ido antes.

Eso sí que son las Ramblas. Una riada de gente, la mayoría turistas, recorría las calles buscando las red lights donde se exhiben las señoritas y demás géneros alternativos. No me gustó nada. Coincide con mi idea de lo que debía de ser un mercado de esclavos, en este caso sexuales, con la exhibición de la mercancía en los escaparates.

Había para todos los gustos y necesidades. Ninguna te presta atención, tan solo se exhiben. Si te apetece llamas y empieza la negociación. Lo encontré deprimente, pero qué se podía esperar.

Por fin salimos del barrio y tras un breve paseo nos despedimos deseando suerte a los que viajaban al día siguiente. Dos de nosotros nos quedamos un par de noches más antes de proseguir viaje pero hacía Bélgica.

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